El taller del orfebre
Textos y comentarios
Resumen
Hace un par de semanas me lanzaste el “reto” para compartirte algún texto literario que fuera de mi interés. Normalmente hago caso omiso de este tipo de invitaciones, pues las considero expresiones de modas “triviales”, muy en boga por estos medios electrónicos. Pero después de la deferencia que tuviste conmigo para ir a conocerme hasta mi propio centro de trabajo —porque nunca nos habíamos visto y nadie había tenido la gentileza de presentarnos, a pesar de que uno ya había escuchado algo sobre el otro—, no puedo desaprovechar esta oportunidad para la correspondencia.
He tardado en responderte por falta de tiempo, pues el trabajo me absorbe bastante y la tesis doctoral no me deja mucho respiro. Esta semana, además, mi salud ha estado un poco quebrantada y me encuentro con ganas de hacer más bien nada. Pero también me he demorado porque estaba indeciso sobre qué texto literario podría compartir contigo. ¡He leído tantas cosas muy bellas que no podía decantarme por una sin parecer indolente o superficial! Además, ¿a qué género debía darle la preferencia? He leído muy buenas novelas, pero desde siempre me ha gustado la poesía. Sin embargo, el teatro a veces me ha parecido mucho más profundo. ¿Y si me inclino más bien por una biografía interesante o por un sugestivo epistolario?
Mas, aunque pudiera resolver todas estas cuestiones iniciales, ¿a qué tipo de hombre tendría que darle la palabra sin parecer excluyente o ideológico? Yo soy cristiano católico, pero en mi biblioteca abundan los literatos paganos, ateos, agnósticos e incluso anarquistas. Entre los católicos, además, tengo un pequeño espacio para los “disidentes”, los que no se ajustan a la integridad de un “magisterio”, que han sido excomulgados o por lo menos aparatados de sus funciones a causa de sus ideas.